NUNCA CAMINARÁS SOLO

 Por una vez, y sin que ello signifique la renuncia a mis  convicciones políticas (que son idénticas a las que me llevaron en  la clandestinidad a las células comunistas), voy a ser realista.

 Como el bloguero que se planta frente al ordenador y comienza su  trabajo, en la confianza de recibir comprensión y apoyo.

 Como  el preso político vasco, gallego o canario, catalán o andaluz  (y en femenino también), ante la ley penitenciaria, que conculca  todos sus derechos, incluso tras haber cumplido la pena a la que  fuera condenado.

 Por una vez, sin que abandone la esperanza en que mañana por la  mañana retomaré mi vitamina de optimismo histórico (carísima,  por cierto), voy a preguntarme por qué hoy albergo cierta tristeza.

Como el rostro de la Virgen del Mismísimo Coño, que el Jueves Santo saldrá en la Procesión del Ateísmo desde la madrileña plaza de Tirso de Molina (que encima era clérigo, aunque lamentase no haber sido un Don Juan).

Como el niño al que le obliga su familia, católica, apostólica y sádica, a arrodillarse ante el tétrico paso de esas carrozas donde salta la sangre y la histeria colectiva que distinguen, junto al alcohol,  la Semana Santa de la Polla en Verso.

Por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a ser derrotista.

Como el aficionado al Madrid ante sus compromisos con el Barcelona, como yo mismo en mis intentos de ligarme a una tronca rubia o castaña, morena o plateada.

Como un espectador ante la pantalla de plasma, aunque tenga cien canales fétidos por donde discurren los detritus periodísticos habituales.

 Me he quitado las gafas, he vertido dos gotas de colirio en mis ojos.

He abierto un  diario madrileño que alguien dejó en la barra del bar donde desayuno cada día,  pero se me cayó de las manos en cuanto ví los titulares.

He vuelto a comprobar  que las rejas son de acero puro, que el tango Cambalache sigue siendo la mejor  canción protesta de la historia, que barrer, fregar, planchar, cocinar, lavar y  tender la ropa (cosas que hago con primor desde siempre) elevan el espíritu y  ayudan a mantener la mente fría.

 Y de nuevo, aunque haya segunda vez, envío mi abrazo a todos los  amigos que  pudieran sentir algo parecido, junto a una palabra, VENCEREMOS, que en Cuba  tiene más valor que miles de millones de euros.

 Pienso en aquel día en el que fui a Liverpool por primera vez; otro que yo se  hubiera ido disparado del aeropuerto a la Caverna donde debutaron los Beatles.  Pues no. Fuí al estadio de fútbol, no siendo aficionado, por una sola razón. Me habían dicho que la afición del equipo cantaba como himno un tema absolutamente diferente a los espantosos cánticos habituales. Y era cierto.

Miles de personas lograron que la piel se me pusiera de gallina, cuando comenzaron a cantar a coro aquella delicia que decía “You’ll Never Walk Alone” (“Nunca caminarás solo”), un viejo tema de 1945 y copyright yanqui, original de Richard Rogers y Oscar Hammerstein II, que el grupo Gerry & The Pacemakers (Gerry y Los Fabricantes de Paz) había vuelto a poner de moda en 1963. Cuando el equipo perdía, más potentes sonaban las voces del personal.

Algunos versos los memoricé para los restos: Camina hacia adelante aunque haya viento, aunque llueva, aunque maltraten y sacudan tus sueños. Sigue adelante, que nunca vas a caminar solo.

Y aún a riesgo de que me tilden de sensiblero o pelín cursi, acepto el castigo y digo:

Ánimo, compañeros, que la lucha es larga, pero deber ser así, para que quienes nos sustituyan en cualquier labor, sepan que hay que continuar esa batalla de ideas, millón de veces más peligrosas que todas las armas del imperio. Bienvenida la tristeza de este día nublado del mes de abril de 2011.  Estoy convencido de que nunca he caminado en solitario. Suficiente.