"MADRID (1936)", DE PABLO NERUDA
Madrid sola y solemne,
julio te sorprendió con tu alegría de panal pobre;
clara era tu calle,
claro era tu sueño.
Un hipo negro de generales,
una ola de sotanas rabiosas rompió entre tus rodillas sus cenagales aguas, sus ríos de gargajo.
Con los ojos heridos todavía de sueño, con escopeta y piedras,
Madrid, recién herida, te defendiste.
Corrías por las calles dejando estelas de tu santa sangre,
reuniendo y llamando con una voz de océano,
con un rostro cambiado para siempre por la luz de la sangre,
como una vengadora montaña, como una silbante estrella de cuchillos.
Cuando en los tenebrosos cuarteles,
cuando en las sacristías de la traición entró tu espada ardiendo, no hubo sino silencio de amanecer, no hubo sino tu paso de banderas,
y una honorable gota de sangre en tu sonrisa.
"GENERALES TRAIDORES", DE PABLO NERUDA
Generales traidores: mirad mi casa muerta, mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo en vez de flores,
pero de cada hueco de España sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas que os hallarán un día el sitio del corazón.
Preguntaréis ¿por qué su poesía no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver la sangre por las calles!
Rekuerdo
A mí el día de hoy me sirve para ver la realidad más clara, les veo, les escucho, tiemblo y observo quién o quienes están agazapados en la sombra.
Me sirve porque, enfermos de arrogancia, exhiben impunes su cruz, su espada, sus larvas.
Y sé entonces que no es cierto que aquel tiempo pretérito esté terminado.
Todo lo contrario.
El presente es demasiado frágil, demasiado astutos los sanguinarios, demasiados los verdugos que añoran el terror sembrado por todos los lados.
Y son demasiados los hijos que aceptaron este legado de delación, cunetas y cadalso.
A mí, como digo, este día me sirve de mucho, me sirve para no olvidar que la traición tuvo demasiados partos, que el odio puede este agazapado, que la brutalidad puede morirse de vieja rodeada de sotanas y escapularios.
Por eso, el día de hoy, de alguna manera, yo también quiero recordarlo, quiero recordar que todos los que brindan cara al sol trabajan arduamente para que regresen aquellos años, para que el miedo sea otra vez una costumbre en lo cotidiano.
Para que callemos, seamos silenciados, nos maten si cantamos.
Por eso el día de hoy, lo tengo bien marcado en mi calendario.
Bien señalado en mi memoria.
Y pobre de mí si empiezo a olvidarlo.
Me sirve porque, enfermos de arrogancia, exhiben impunes su cruz, su espada, sus larvas.
Y sé entonces que no es cierto que aquel tiempo pretérito esté terminado.
Todo lo contrario.
El presente es demasiado frágil, demasiado astutos los sanguinarios, demasiados los verdugos que añoran el terror sembrado por todos los lados.
Y son demasiados los hijos que aceptaron este legado de delación, cunetas y cadalso.
A mí, como digo, este día me sirve de mucho, me sirve para no olvidar que la traición tuvo demasiados partos, que el odio puede este agazapado, que la brutalidad puede morirse de vieja rodeada de sotanas y escapularios.
Por eso, el día de hoy, de alguna manera, yo también quiero recordarlo, quiero recordar que todos los que brindan cara al sol trabajan arduamente para que regresen aquellos años, para que el miedo sea otra vez una costumbre en lo cotidiano.
Para que callemos, seamos silenciados, nos maten si cantamos.
Por eso el día de hoy, lo tengo bien marcado en mi calendario.
Bien señalado en mi memoria.
Y pobre de mí si empiezo a olvidarlo.
Silvia Delgado
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